El estrecho rincón (¿? ) William Somerset Maugham.

El doctor Saunders es probablemente el único cirujano con talento que reside en Oriente, también le encanta el opio, y la amoralidad pareciera ser su bandera... El síndrome se completa con una casi anhedonia, que le ha llevado al hastío. Al hastío o al spleen o a alguna mala yerba de esas que si no se matan pronto no dejan de crecer. Es por ello, que acuciado por un chino ricachón que requiere una cirugía de cataratas, y casi por azar, termina uniéndose a la tripulación de un malogrado navío. Sus compañeros: un Capitán, que es un rufián en toda regla y que no carece de encanto, y tan sólo un  tripulante, un joven de posición acomodada que piensa más con la entrepierna que con el corazón y que además se encuentra en un peculiar viaje de recuperación y reposo. Se convertirán en su mayor fuente de lozano entretenimiento; para Saunders la situación es propicia, entre pipa y pipa de opio el buen doctor se niega a juzgar lo que frente a él acontece, simplemente como si de un naturalista se tratara, contempla, con cierta divertida indiferencia, cómo se suceden los acontecimientos.


A vuelo de teclado. 

De vez en cuando me obsesiono con un tema específico. Un videojuego, una pelicula o una novela. Hace tiempo me encontré observando con morbosa insistencia Seven, me la compré en bluray y  a tiempo y destiempo la veía y veía y veía. Sin darme cuenta, un día por la mañana me encontré con Servidumbre Humana en mi mano. Era un día de entre semana, y tras salir de trabajar me dirigí al centro comercial más cercano (seguro para comprar café) y me encontré con ese libro, le leí con una avidez inusual y, como de vez en cuando me pasa, pensé: ya no se escribe así. Los autores modernos son incapaces de esculpir esta prosa, de comprometerse con un estilo tan pulcro y refinado; sin embargo, como me suele pasar con las novelas muy buenas, la historia no acabó de convencerme, y el protagonista, un estudiante de medicina un poco lerdo me chocaba. Sin embargo Servidumbre Humana es un libro recomendable,  imprescindible para cierto tipo de sujeto.

Ahora con el Estrecho Rincón, el mismo autor nos presenta a un médico, drogadicto y en plenitud de facultades, al que no se le puede llamar cínico: un cínico es un idealista decepcionado, y me queda muy claro que para Saunders los ideales no existen, el mundo gira sólo para divertirle, y la gente, sus pequeñas vidas e incidentes se dibujan frente a él sólo para que no se aburra demasiado. Solipsismo puro. Con frialdad clínica Saunders observa las reacciones y desmenuza las motivaciones pueriles o profundas, de quienes le rodean. Si alguien me dijera que House se inspiró en un treinta por ciento en Saunders yo diría que fue en un cincuenta... el autor logra con maestría dibujar la delicada pereza del archipiélago que recorre Saunders, velando el horizonte con cálidas nubes de opio, la realidad desdibujada de este libro, sus personajes, y su protagonista lo convierten en un imprescindible.

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