La senda del perdedor (1982) Charles Bukowski

Leo la contraportada de este libro y me cago de la risa. El tipo que la escribió logra que me imagine al protagonista del guardián entre el centeno, el insoportable nene mimado Holden Caulfield, al lado del Alcohólico desgarbado, acomplejado y violento Henry Chinasky. Pienso en ello y sonrío. En mi mente se dibuja un charco de sangre, los márgenes de la sangre son más oscuros porque se ha comenzado a coagular y en medio de la sangre roja y rutilante sobresalen, como rascacielos diminutos, los incisivos centrales del señorito Caulfield.


Henry Chinasky es pobre. Nació en una familia pobre y parece condenado a vivir en la miseria. Su madre, una mujer sumisa y abnegada, sufre de las golpizas que le da su marido con tozuda resignación. El marido, un estereotipo del macho malparido y bebedor, servil con el que le supera y fanfarrón y desgraciado con el más débil, parece estar obsesionado con conservar  las apariencias, y endurecer con palizas periódicas a su único hijo.

Chinasky es demasiado listo para su propio bien. Disfruta demostrando a otros su error. o asumiendo posturas ideológicas chocantes, tan sólo por placer.  Pareciera condenado al ostracismo, pareciera condenado a ser siempre la víctima y ser sacrificado periódicamente por el grupo dominante, sin embargo, demostrando una resistencia sobrehumana, combinada con cierto impulso de muerte, logra abrirse paso entre trompicones y derechazos a través de la educación pública... Con muchos moretones, pero sin huesos rotos Chinasky se convierte en un tipo duro. En un tipo duro que es temido y respetado, y que también se puede refugiar en una biblioteca, diseccionar a los autores más valorados y con estúpida auto-complacencia escupirles en la cara sus defectos, o aceptar con cierta desgana sus aciertos...  Chinasky, comienza a parecer ante nuestros ojos como el embrión de un escritor legendario, a pesar suyo su talento y perseverancia parecieran superarle, sin embargo, su incipiente alcoholismo y ganas de joderlo todo, querer tomar la delantera, al fin y al cabo, Chinasky ha nacido para perder, y parece estar dispuesto a continuar en una espiral descendente e infinita de degradación. 

A vuelo de teclado.

La prosa del viejo B exuda mala leche, desesperación y encono que sólo se puede transmitir cuando has sido vejado, cuando has pasado hambre, o el agua de la lluvia se ha colado por tu zapato roto, es el tipo de cosas de las que sólo se puede escribir con cierta gracia cuando las has vivido. La autenticidad de cada una de sus páginas hacen que huelas la miseria, o que reconstruyas la vieja vulva corroída por las enfermedades de transmisión sexual de una seudo prostituta. Y a pesar de ello resulta divertido, de alguna forma las humillaciones periódicas, el estúpido orgullo que le provoca tolerar bien la bebida y la obstinación de Chinasky logran que se gane tu simpatía, y aunque sabes que las cosas con él nunca podrán terminar bien, albergas el deseo de que por una vez se atreva a romper el ciclo de miseria en que se encuentra sumido. Imprescindible.

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