Fuego Cruzado [Las Victimas atrapadas de la guerra del narco] (2010) Marcela Turati

La primera vez que vi un muerto fue así: regresaba a casa, en el microbús tras salir de clases, hacia mucho calor y el trafico era intenso, en el periférico había un cadáver tendido boca abajo con un charco de sangre que se formaba por sangre roja  que fluía de los bordes del cuerpo y de sangre negra, de un un color negro apagado, en la periferia del charco. Diez metros mas allá un tenis sin dueño se calentaba a los rayos del sol. Ha pasado mucha mierda bajo el puente desde entonces.

El año pasado mi padre leía el periódico enfrente de casa. Dos vehículos en persecución se detuvieron justo del otro lado de la acera, el primero, averiado, no pudo seguir la marcha, y el piloto intento escapar a pie, tropezó, en su desesperación quiso esconderse debajo de su vehículo, mientras los perseguidores, con calma y sin demasiados alardes le dispararon varias veces y escaparon con calma. Eran las doce del día. La cámara de seguridad publica instalada al lado de la casa de mi padre no sirvió de nada. No se coordino una espectacular persecución ni se detuvo a nadie. En la colonia todos sabíamos que andaban cazando al "Jony", que algún otro cartel le disputaba la plaza, y le estaba matando a todos sus entenados. Meses después, se dijo que no, que el mismo había mandado ejecutar a aquellos que no le eran del todo leales. La verdad, como casi siempre ocurre en México, nunca sera conocida.

Y las historias siguen, decenas y decenas: decapitados, descuartizados, desollados, heridas por proyectiles de armas de asalto [a veinte centavos de dolar la bala, mas baratas por docena], todos en México hemos escuchado, o visto las secuelas de la Guerra en contra de [algunos] de los narcos del país, mucho se repite que México ya no es un país de paso y que se ha convertido en un país de consumidores, que hay regiones en las que la incidencia en el consumo se ha vuelto alarmante y que es por ello que se pelea esta guerra, una guerra justa, una guerra santa... y a pesar de todo la sangre sigue corriendo, y la sangre la ponemos todos. Y me dice un tipo: "la Beretta de nueve milímetros, con estuche de limpieza y dos cargadores la consigo en 4500.00 pesos", mas barata que un rifle de aire para tiro deportivo. Y luego, otra vez con las historias de terror, escuchas de una señora que vivía en una casa muy humilde, con paredes de madera, hasta que llegaron a ejecutar a un narcomenudista casi retrasado que vivía en la zona, y lo rafaguean desde un vehiculo en movimiento, la bala perdida le perfora el cráneo cuando estaba acostando a su hija, la niña dice que nada mas vio como le salia sangre de una oreja, y el tipo que rafaguean sufre una herida leve en cráneo, nada mas un rozón. Y escuchas estas historias. O las vives, de lejitos y sin muchas ganas, porque la puta realidad se te mete por los ojos y a veces es mas fácil voltear la cara, pero es tan cabrona que no te deja. Y cada vez hay mas funerarias, y cada vez los entierros son mas baratos, se quejan los muerteros de antes, que dicen que en Neza por tres mil pesos entierran a uno con caja y todo, que así ya no es negocio, pero dicen los muerteros jovencitos, que no, que el dinero esta en los servicios, mientras mas servicios mejor come uno, que hay tarjetear pronto y sin pena. Pero estas son [algunas] de las historias, que he visto/oído/temido, pero son mías, y poquito a poco, uno se acostumbra, se vuelven parte del paisaje. Pero las de Marcela Turati son aun mas, y casi igual de dolorosas. Porque cultivar Amapola no es redituable, pero deja un poquito mas de dinero que el maíz, porque, a veces el fútbol, si aleja a los jóvenes de las drogas, pero el dinero que debieran de destinar es saqueado vilmente, porque hay (los hay) policías y agentes federales que de verdad quieren cumplir con su deber y los matan luego luego, porque los retenes de los militares, ignorantes y despreocupados, tiran  a matar, borrachos y drogados pelean en zonas urbanas con una mentalidad de extermino, porque entre tanta puta sangre es muy fácil olvidar que todos somos seres humanos, que el dolor es de todos, y que están matando a una generación completa de jóvenes, porque ya casi en automático, cuando vemos a uno mas, tirado en la calle, con un charco de sangre debajo, y fragmentos de hueso, sangre, y encéfalo regados a su alrededor, lo primero que pensamos es: "Seguro no fue por buena gente, quien sabe en que andaría", como si fuera un manta protector, porque esas cosas solo pasan entre cierto tipo de sujetos, pero Marcela Turati, nos recuerda, que no. Que las víctimas somos todos, que la responsabilidad es común, que los muertos son de todos, que ser indiferente o banal no puede ser tolerado y que los daños colaterales son incalculables. Un libro, que, de verdad, toca el corazón. Imprescindible.

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