Star Ship Troopers, la novela de ciencia ficción de Robert Anson Heinlein nos muestra un futuro en que la humanidad se ha militarizado al grado de que solo los soldados son capaces de obtener la ciudadana plena, aquel que no pelea en la guerra intergaláctica en contra de la inteligencia de tipo colmena es un ciudadano de segunda clase y no tiene derecho al voto. De cierta forma se trata de una sociedad justa, una meritocracia militarizada... pero esto no es lo más importante, lo más importante es que hay trajes de combate, y hordas y hordas de enemigos inhumanos a los cuales acribillar. Ni siquiera voy a discutir si se trata de una oda al fascismo, para mi, que la leí siendo un adolescente melenudo y poco inclinado a respetar la autoridad, se trata de una novela de aventuras y ciencia ficción pura, con cierto grado de ironía que nada tiene que ver con el fascismo, o la promoción descarada de la militarización de la sociedad. Cierto, no es Bill, el héroe del espacio, pero como novela de ciencia ficción es sobresaliente... aunque Heinlein, a pesar de ser un militar de carrera nunca peleo una guerra.
Joe Haldeman si. Y se nota. Cuando lees relatos como El Monstruo (publicado por Roca), en los que se describe, literalmente el horror de la guerra y se llegan a desdibujar de forma muy clara los limites de la cordura, pues, bueno, piensas, este tipo sabe de que habla... o aparenta saberlo. En la guerra interminable, Haldeman retoma el tema de la guerra, una guerra que se pelea en puntos tan apartados del espacio que el tiempo objetivo invertido en el viaje es enorme, al terminar cada una de las campañas la sociedad que envío a los soldados a cambiado hasta casi volverse irreconocible. Ser soldado en este contexto es sinónimo de de marginado. Es, precisamente ese tipo de sujetos los que se alistan y realistan en cada nueva campaña, hasta que el individualismo de la humanidad acaba por desaparecer, y la guerra interminable se convierte en una paz muy similar a un cementerio, si alguien piensa que por Star Ship Troppers Heinlein es un fascista descarado después de leer la guerra interminable debería de considerar a Haldeman un Hippie degenerado, en esta novela se cuelan entre los haces de luz coherente, escenas explicitas de amor libre, homosexualidad, y, como no, el verdadero horror mutilante de la guerra. Y también hay hordas y hordas de enemigos y trajes de combate. Aun recuerdo la frase: «el agua también es un fluido», un clásico por derecho propio y de lo mejor que la ciencia ficción nos puede ofrecer.
No estoy seguro de que «La Paz Interminable» se desarrolle en el mismo universo que «La Guerra Interminable» es una novela atípica, que trata de la banalización de la violencia, la guerra como un mal necesario, la guerra como industria y forma de vida, convertida en deporte sangriento para beneplácito de un publico que tan solo pretende observar asesinatos a mansalva. La guerra como industria cuya materia prima son los soldados, carne de cañón, tripas y músculos dispuesto a ser procesados y escupidos por la maquinaria bélica.
Es una pena que Haldeman escriba tan poco, sobretodo si comparamos con otros autores, sin embargo su ciencia ficción envejece con gran dignidad, y los conceptos cientificos, y extrapolaciones que realiza aun se sostienen, por no mencionar el desarrollo de sus personajes y la temática de sus escritos, me encontraba, pues, entusiasmado cuando comenze a pasar las páginas de La Libertad Interminable, secuela directa de «La Guerra Interminable»
William Mandella, y el resto de los veteranos de la guerra en contra de los taurinos han desarrollado su propia cultura en el planeta dedo medio, que el hombre les ha cedido para mantener a unos individualistas tan recalcitrantes a buen recaudo y de paso usarlos como reserva de genes en caso de que les necesite, William y compañía, forman parte de una generación de inconformes, y ahora que casi han domesticado el planeta y sus hijos de han vuelto mayores se deciden a emprender una nueva aventura, tomar uno de los últimos cruceros espaciales, viajar en el hasta casi alcanzar la velocidad de la luz, para luego dar la media y vuelta y volver a casa, para observar como es que el tiempo ha influido en la evolución de la mente colmena conocida como el hombre, los taurinos y lo que queda de la antigua humanidad, se trata de un proyecto ambicioso que los veteranos estan dispuestos a realizar sin importarle demasiado el costo.
Me ha decepcionado mientras transcurre la novela, y se realizan los preparativos para el viaje uno espera con ansia el momento del despegue, pero de forma inexplicable este se retrasa, y retrasa, y de pronto el entusiasta lector se da cuenta de que ya ha leído casi la mitad de la novela y la trama no parece avanzar. Lo mismo ocurre cuando llevas dos terceras partes y la sensación de incredulidad acaba por transformarse en decepción cuando llegas al final de la misma, dice Clarke (y me encanta la cita) que una tecnología suficientemente avanzada es por completo indistinguible de la magia, y la ciencia ficción suficientemente hard es por completo indistinguible de la fantasía. Pero no a todas las novelas estos les sienta bien, es muy fácil dejarse llevar por una imaginación desaforada y acabar por perder el ritmo. Y este novela carece de ritmo, y la trama nunca acaba de despegar, finalmente, la forma en que resuelve la trama es tan Deus Ex Machina que no puede dejar de decepcionar al lector entusiasta. Es una pena, pero se trata de una novela mediocre.
ADD.
Y no, no hay trajes de combate ni hordas y hordas de enemigos.
Joe Haldeman si. Y se nota. Cuando lees relatos como El Monstruo (publicado por Roca), en los que se describe, literalmente el horror de la guerra y se llegan a desdibujar de forma muy clara los limites de la cordura, pues, bueno, piensas, este tipo sabe de que habla... o aparenta saberlo. En la guerra interminable, Haldeman retoma el tema de la guerra, una guerra que se pelea en puntos tan apartados del espacio que el tiempo objetivo invertido en el viaje es enorme, al terminar cada una de las campañas la sociedad que envío a los soldados a cambiado hasta casi volverse irreconocible. Ser soldado en este contexto es sinónimo de de marginado. Es, precisamente ese tipo de sujetos los que se alistan y realistan en cada nueva campaña, hasta que el individualismo de la humanidad acaba por desaparecer, y la guerra interminable se convierte en una paz muy similar a un cementerio, si alguien piensa que por Star Ship Troppers Heinlein es un fascista descarado después de leer la guerra interminable debería de considerar a Haldeman un Hippie degenerado, en esta novela se cuelan entre los haces de luz coherente, escenas explicitas de amor libre, homosexualidad, y, como no, el verdadero horror mutilante de la guerra. Y también hay hordas y hordas de enemigos y trajes de combate. Aun recuerdo la frase: «el agua también es un fluido», un clásico por derecho propio y de lo mejor que la ciencia ficción nos puede ofrecer.
No estoy seguro de que «La Paz Interminable» se desarrolle en el mismo universo que «La Guerra Interminable» es una novela atípica, que trata de la banalización de la violencia, la guerra como un mal necesario, la guerra como industria y forma de vida, convertida en deporte sangriento para beneplácito de un publico que tan solo pretende observar asesinatos a mansalva. La guerra como industria cuya materia prima son los soldados, carne de cañón, tripas y músculos dispuesto a ser procesados y escupidos por la maquinaria bélica.
Es una pena que Haldeman escriba tan poco, sobretodo si comparamos con otros autores, sin embargo su ciencia ficción envejece con gran dignidad, y los conceptos cientificos, y extrapolaciones que realiza aun se sostienen, por no mencionar el desarrollo de sus personajes y la temática de sus escritos, me encontraba, pues, entusiasmado cuando comenze a pasar las páginas de La Libertad Interminable, secuela directa de «La Guerra Interminable»
William Mandella, y el resto de los veteranos de la guerra en contra de los taurinos han desarrollado su propia cultura en el planeta dedo medio, que el hombre les ha cedido para mantener a unos individualistas tan recalcitrantes a buen recaudo y de paso usarlos como reserva de genes en caso de que les necesite, William y compañía, forman parte de una generación de inconformes, y ahora que casi han domesticado el planeta y sus hijos de han vuelto mayores se deciden a emprender una nueva aventura, tomar uno de los últimos cruceros espaciales, viajar en el hasta casi alcanzar la velocidad de la luz, para luego dar la media y vuelta y volver a casa, para observar como es que el tiempo ha influido en la evolución de la mente colmena conocida como el hombre, los taurinos y lo que queda de la antigua humanidad, se trata de un proyecto ambicioso que los veteranos estan dispuestos a realizar sin importarle demasiado el costo.
Me ha decepcionado mientras transcurre la novela, y se realizan los preparativos para el viaje uno espera con ansia el momento del despegue, pero de forma inexplicable este se retrasa, y retrasa, y de pronto el entusiasta lector se da cuenta de que ya ha leído casi la mitad de la novela y la trama no parece avanzar. Lo mismo ocurre cuando llevas dos terceras partes y la sensación de incredulidad acaba por transformarse en decepción cuando llegas al final de la misma, dice Clarke (y me encanta la cita) que una tecnología suficientemente avanzada es por completo indistinguible de la magia, y la ciencia ficción suficientemente hard es por completo indistinguible de la fantasía. Pero no a todas las novelas estos les sienta bien, es muy fácil dejarse llevar por una imaginación desaforada y acabar por perder el ritmo. Y este novela carece de ritmo, y la trama nunca acaba de despegar, finalmente, la forma en que resuelve la trama es tan Deus Ex Machina que no puede dejar de decepcionar al lector entusiasta. Es una pena, pero se trata de una novela mediocre.
ADD.
Y no, no hay trajes de combate ni hordas y hordas de enemigos.
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