Jauria (2010) Humberto Padget

La misma mierda, distinto día.

Son víctimas de secuestro gente pudiente: judíos y españoles: entre sus conocidos hay quien les vende, facilita datos, fechas, montos probables y el secuestrador usa la información para negociar, intimidar, coaccionar al secuestrado. Se secuestra a gente de clase media, a comerciantes, a comunidades enteras. La lógica del secuestrador es impecable: "Si le pegamos muy arriba nos sueltan a los perros, si jodemos mas abajo, nos dejan trabajar". Tan es así que los propios secuestradores se saben víctimas de los policías. La lógica policiaca también es impecable: "Los dejamos trabajar, nos dan una parte, esperamos a que el escandalo sea extremo, los arrestamos y somos héroes, no hay pierde". Solo pierden las víctimas: violaciones, amputaciones, muerte. La consignas es muy sencilla: El miedo si paga. Aunque el pagar no garantiza nada. Muere el que paga, muere el que no paga, la vida del secuestrado depende del capricho del secuestrador.
Se habla del coco. Se le pone en un pedestal. Los medios crean la imagen del "inteligente" secuestrador que supera los férreos intentos de las procuradurías para detenerlo, pero el secuestrador siempre va un paso adelante, es brillante y manipulador, cuenta con recursos, y la policía no puede con el. La idea, muy de Hollywood, parece no tener macula. Excepto porque es una mentira. Una mala mentira contada muchas veces que acaba por parecer verdad. No, el secuestrador no es ni muy inteligente ni cuenta con recursos ilimitados. Es la corrupción del sistema policiaco la que le deja libre, es la anuencia de los involucrados la que le permite sobrevivir. Es la servidumbre de los jueces que usan las togas para detener cañonazos de millones de pesos. Es, también la falta de información entre la población lo que permite medrar a los secuestradores y sus patrocinadores. ¿Por qué el sistema de inteligencia en México fue tan capaz a la hora de desmembrar movimientos guerrilleros en los 70? ¿Y por qué es tan ineficaz a la hora de identificar a las bandas de secuestradores? Es, pues, una ridícula falta de voluntad de las procuradurías que dilapidan recursos en causas penales que involucran a luchadores sociales, y se niegan a poner fin a la industria del secuestro. Tras la lectura de este libro queda claro que el secuestro en México no es con fines políticos, es cosa de dinero.

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