
Uno de los mas grandes escritores de nuestra lengua argumenta que no, que Melville nos mintió: Moby Dick es una alegoría, poco importa que la propia Novela le desmienta, poco importa que el mismo Melville, como apunta W. Somersett Maugham niegue que su novela sea una alegoría. A mi me dan pereza las alegorías, me dan pereza quienes las interpretan y desprecio a quienes ven alegorías escondidas en los posos del café, es por ello que leo tan solo con el cuidado que cada novela me pide, es por eso que leí a Moby Dick como leí a Pedro Paramo, de a poquito, con calma, regresando sobre mis pasos sin avergonzarme y cada que me parecía preciso.
Leo a Melville y pienso en Lovecraft; párrafos interminables, plagados de oscuras referencias que el lector se siente obligado a conocer, una prosa pomposa, en la que es fácil empantanarse, de la que a veces hay que arrancar cada imagen como si estuvieran incrustadas en roca solida, y que a veces, repentinamente brilla enceguecedora, deslumbrándonos con escenas de gran belleza.
También he leído, por casualidad, los desvaríos de algún traductor, que se ufana de que su traducción es la única solvente de Moby Dick, y es que, de acuerdo con él, leer a Moby Dick es una labor titánica, que el lector (un poco tonto) es incapaz de concretar por lo difícil que es la prosa de Melville... al releer los primeros capítulos de Moby Dick me descubro sonriendo como tonto, atrapado por el humor que Ishmael despliega en cada frase, no, no creo que el lector promedio se vea superado por Moby Dick, ¿Por qué? Porque a pesar de sus defectos cumple con un requisito indispensable para cualquier novela, atrapa desde la primera pagina.
Leo a Melville y pienso que todos deberíamos leerlo como lo que es, una novela de aventuras de gran belleza, con poderosas imágenes y una innegable vena poética.
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