Pandemia de Miel.

 Y llego, pero tardo en llegar, como el sueño o el despertar, cuando nos dimos cuenta la puta pandemia (PP) se había instalado entre nosotros, vino, vio y venció. Por las tardes, después de comer y del ejercicio en casa (calistenia pura y dura, trote ligero en una caminadora mas vieja que mis verrugas) N y yo veíamos a Gatel, el puto Pugh (PP) dormía la siesta, o comía, o buscaba algún sitio en el que nunca hubiera soltado una meada para poder echarla, la gata Catsup, gata sin raza, multicolor y con aires de princesa merodeaba y nos miraba con desprecio. Desprecio bien ganado mientas mirábamos por youtube al reluciente Gatel, explicando una y otra vez los mismos conceptos que no eran tan difíciles de entender a una pandilla de putos periodistas con inteligencia por debajo del promedio (PPIDP), los periodistas, imbéciles incalificables a partir de ahora, perdieron cualquier asomo de respeto que pudiera tenerles. Demostraron no solo ignorancia, sino incapacidad para comprender conceptos simples, y no contentos con ello, se vanagloriaron en su incapacidad de adaptarse y aprender. Tampoco tuvieron recato a la hora de usar sus armas negras para desinformar a mansalva.

Y allí tenían para ellos sólitos al Gatell explicando conceptos de pregrado. Pero la gente no dejo de morirse.

Y el subregistro no dejo de ocurrir.

Y me contaban historias de terror de hospital y hospitales con las áreas de patología, y mortuorios llenos a reventar.

Y yo, ingenuo, de nuevo, cretino irredento, pensé, bueno, pero seguro que no pasamos de los 30 000 muertos. No mas. Es imposible.

Y mi compañero de guardia, todos los días llegaba con su KN 95, y un ventilador, el ventilador lo colocaba por detrás de su oreja, apuntado justo a la cara de la persona a examinar. Y pensé que exageraba. Pero luego se murió el médico de los domingos. No duro ni cuatro días.

¿Y yo? siendo personal esencial acudía cagándome en dios y en todos los putos santos (PS) todos los días al trabajo. Y poco mas. Llegaba a casa y cada tres días me invadía la certeza irresistible de que si, de que ahora si lo había pescado, y me daban fiebres imaginarias, anosmias imposibles, mialgias, artralgias y otras cosas. Y no me daba. Mierda.

Al mismo tiempo, no por vocación, no me malentiendan, me frustra no ser un medico de esos que salvan vidas en las salas de urgencias, o, al menos de esos médicos que no matan a mansalva a quienes llegan a las salas de urgencias, pero me especializo en gente muerta. Y tengo buenas razones para ello, aunque, durante la PP no faltaron momentos en que desee ser mas útil, firmar altas en vez de certificados de defunción

Pero en casa todo bien. N, y los tres perros, y el gato me recibian con entusiasmo todas las mañanas, y yo dormia, comia, cogia y vivbia tranquilo hasta que era de nuevo hora de salir al trabajo, y, bueno, ya saben, toda esa mierda.

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