Secretos de alcoba de los grandes chefs (2006), Irvine Welsh

Ya he escrito acerca de la fascinación morbosa que me provocan las novelas de Irvine Welsh (Trainspotting, Escoria, Porno, Acid House), también me he quejado de los precios obscenos en que se venden, y lo rara que queda la traducción plagada de españoladas, me imagino que con algo de suerte en una reedición futura se publicara con el argot original y con cientos de pies de pagina, como todo gafapaster que no lea en el idioma original ha soñado, aunque de momento es lo que hay...


Danny Skinner.

No conoce a su padre. Su madre es una Punk de pura cepa, que en algún momento se tiro a cuanto hombre se encontrara cerca. Skinner trabaja como inspector sanitario en el ayuntamiento de Edimburgo, lo que lo lleva a conocer a algunos chefs famosos, y ya que su madre trabajo como mesera durante su descarriada juventud esta seguro que alguno de esos chefs debe ser su padre... y poco a poco se obsesiona con ello... por lo demás se trata de un tipo encantador, con buen gusto, libertino, con una cultura por encima de la media, su novia es una hermosa bailarina... y es el principal candidato para un ascenso... todo bien ¿no?, su único defecto es la bebida. Cada vez bebe un poco mas, cada vez su conducta es algo menos apropiada, y cada vez lo niega con un poco mas de vehemencia. Por si beber no fuera suficiente también  es fanático del fútbol, no por el deporte en si, sino por la oportunidad que le brinda para tirar un par de dientes de vez en cuando.

Brian Kibby.

Se trata de un estereotipo. No bebe. No fuma. No coje. Es fanático de Star Trek, y un Trekkie verídico, ya que pertenece a un club de senderismo. Además disfruta desproporcionadamente de los videojuegos (en PC), y casi todo el contacto que tiene con mujeres es a través de la red, también trabaja como inspector sanitario, y mantiene una relación estrecha con su padre, que padece una enfermedad terminal, su madre le adora, y se apoya mucho en el. Su hermana, una belleza en toda regla, le tiene mucho cariño y confianza. Tiene un proyecto de vida, totalmente convencional, casa, esposa, hijos. Todo parece seguir un rumbo predeterminado, hasta que conoce a Skinner... y es cuando la realidad se tuerce un poco. 

Contraportada

¿Te has enamorado alguna vez?

De ser así (y espero que lo sea) debes de haber notado como el contacto con esa persona, su presencia, su cercanía, o simplemente evocarla puede despertar una serie de sensaciones, un cierto halo de bienestar que pareces irradiar. Saca lo mejor de ti. Te vuelves, aunque sea solo un poco, mejor persona, y es que, en parte, de eso se trata el amor. Pero la moneda tiene dos caras. Algunas personas pueden sacar lo peor de ti, pasar a través de toda la serie de barreras que has creado a lo largo de los años y exponer ante el mundo esa masa viscosa y babeante en la que se aglutina todo lo malo que llevas dentro, si cada pedacito de oscuridad que has acumulado a lo largo de tu vida amenaza con salir para poder ser examinado por el primer hijo de puta que pase por la calle... ¿Que harías al respecto?

A vuelo de teclado.

No hay mucho que agregar. Los ingredientes están listos. Welsh los combina de forma magistral y las interacciones entre Skinner y Kibby forman una perversa dualidad, que se mezcla con escenas de violencia, uso de drogas, sexo, mas violencia, poesía, humor negro, amor, y la cruda y jodida realidad. Al igual que con Escoria, podemos nadar por un lago de mierda y al llegar a la otra orilla desprendernos de la piel muerta y continuar andando como si nada hubiera ocurrido, pero esta vez, las personalidades opuestas de Skinner y Kibby maléficamente unidas nos obligaran a estar de pie, desnudos y eviscerados frente al espejo, y tal vez lo que veamos no sea agradable... pero, a pesar de ello, ni siquiera intentemos desviar la mirada...  

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